El hombre que no perdonaba

8 de junio de 2012
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Hace mucho tiempo Ling Ho, un joven que quería ser monje budista, tocó las puertas del Monasterio donde habitaba el Maestro Sho Feng pues lo había escogido por su gran fama de sabio a pesar de que era bien conocido con el sobrenombre de «La Hun Tei» que quiere decir: «El hombre que nunca perdona». Para sus adentros, Ling pensaba

Hace mucho tiempo Ling Ho, un joven que quería ser monje budista, tocó las puertas del Monasterio donde habitaba el Maestro Sho Feng pues lo había escogido por su gran fama de sabio a pesar de que era bien conocido con el sobrenombre de «La Hun Tei» que quiere decir: «El hombre que nunca perdona». Para sus adentros, Ling pensaba que si nunca sobrepasaba las reglas y se mantenía respetuoso, no necesitaría jamás el perdón del maestro. Para su sorpresa, el sabio Sho, lo aceptó como estudiante, desde el principio le señaló las reglas del templo y le dijo qué esperaba de su comportamiento.

Ling comenzó a vivir en el templo, al principio se comportaba de una forma muy rígida y limitada, apegándose a los lineamientos cuidando no sobrepasarlos por miedo a la reacción de su maestro. Además de miedo sentía curiosidad, siempre lo observaba pues su rostro no aparentaba ser el de alguien rencoroso que no pudiera perdonar, pero era claro que por algo tenía esa fama y más le valía no averiguarlo.

Al pasar el tiempo, el comportamiento de Ling se fue relajando, pues cada vez se sentía más de la altura de su maestro, e incluso llegó a pensar que las reglas no eran para él, que estaba más allá de esas reglas y ese exceso de confianza lo llevó a cometer una imprudencia mayor en la presencia de todos los monjes del convento. Al momento, Ling se llenó de pena y de miedo, ¿Qué le esperaba? Seguro lo desterrarían, lo castigarían y muy probablemente lo llenarían de humillación, todos aquellos años de esfuerzo se habían derribado por un momento de distracción y lo peor de todo: Nadie le decía nada. Así pasó un día, dos, tres y nada, hasta que se dio cuenta que era él quien debía mostrar su arrepentimiento frente al Maestro aún a sabiendas de que jamás lo iba a perdonar. Así que el cuarto día, por la mañana se presentó con su maestro y le dijo: » sobrepasé las normas del monasterio, me comporté como un bárbaro y ya no pertenezco aquí, sé que no me perdonará, por lo que tomaré mis túnicas y me retiraré.

El maestro se le quedó viendo y con una gran sonrisa en la cara le respondió:

«¿Pero cómo esperas que te perdone si no me he sentido ofendido? Las normas del templo son para facilitar la convivencia no para complicarnos la existencia, no debe ser el miedo quien rija tu comportamiento, sino el respeto que nace del amor proveniente de tu ser. Retírate y sigue meditando.»

Con esto Ling aprendió una gran lección sobre el perdón y del arrepentimiento.

Por Rodrigo Ventura

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