Confesión

31 de octubre de 2022
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No soy un buen corredor…

No soy un buen corredor.

Gracias al esfuerzo, consejos y paciencia de muchos buenos amigos y entrenadores, ya no soy un corredor francamente malo. Pero mi forma sigue siendo terrible, mi nutrición plagada de malos hábitos y mi disciplina de entrenamiento un desastre que salta por todos lados.

Es un verdadero milagro que, a pesar de mí mismo, de alguna manera me las he arreglado para convertirme en un corredor bastante competente que ha podido conquistar distancias, superar desafíos y lograr tiempos que nunca soñé, e incluso lograr salir de ello en un estado físico y mental razonablemente bueno.

Quizá por eso hay gente que, para mi sorpresa, me ha dicho que me considera un buen corredor.

La verdad es que mi única cualidad –o maldición– real como corredor es que no solo soy muy rufo, sino también increíblemente terco.

Una vez que me he comprometido a alcanzar una meta, tengo que seguir corriendo, caminando, cojeando, arrastrándome… cueste lo que cueste, tengo que alcanzar esa meta.

Simplemente no sé cuándo rendirme.

Cuando corro, ni siquiera sé CÓMO rendirme.

Puede sonar horrendo a primera vista, casi como una refinada forma de autotortura masoquista. Y tal vez podría serlo, si no fuera por el hecho de que correr se ha transformado en mi terapia, mi meditación y –en algunos momentos particularmente difíciles de la vida– mi salvación.

Correr me hace sentir vivo.

Corriendo he aprendido a disfrutar del simple placer del viento acariciando mi rostro, el golpeteo rítmico de mis pies en el suelo, o el ritmo y el flujo de mi respiración

Corriendo he experimentado esa oleada de adrenalina que surge de enfrentar tu miedo a lo desconocido y conquistarlo.

Corriendo he descubierto la calidez en la sonrisa de completos desconocidos cuya batalla compartida nos ha convertido en hermanos al cruzar la meta.

Correr ha traído a mi vida a personas increíbles e inspiradoras, e incluso me ha dado la oportunidad de considerar a muchas de ellas mis amigos.

Corriendo he encontrado alegría y paz interior.

Sí, no soy un buen corredor… pero soy un corredor muy feliz.

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