Vive la différence!
Imaginen por un momento la siguiente escena:
Un grupo de amigos que aman la buena comida empiezan a reunirse de vez en cuando para salir a comer o cenar a diferentes restaurantes o cocinar juntos en casa de alguno de ellos.
Todos disfrutan las veladas juntos pero, como es natural con el tiempo, mientras más conocen y saben de comida empiezan a notar que sus gustos se van haciendo más definidos y a diferenciarse entre si.
Algunos prefieren la cocina oriental, otros disfrutan los guisos fuertes y muy condimentados, otros más se inclinan por las pastas y ensaladas y algunos incluso empiezan a experimentar con la cocina ‘fusión’.
En la variedad está el gusto
El final de nuestra historia de los amigos comensales podría escribirse de varias maneras, dependiendo de la actitud que decidieran tomar.
Podrían por un lado encerrarse en su gusto personal, alejándose poco a poco de sus antiguos amigos mientras se preguntan de donde salió su ‘mal gusto’ al elegir platillos.
Podrían llegar a discutir y pelear entre ellos, criticando la forma en la que ÉL cocina o lo mal que ÉL come, sobre todo cuando es evidente que MI manera de cocinar y la comida que a MI me gusta comer es la mejor.
O podrían tomar una tercera y muy exótica vía, aceptar que cada quien tiene su propio gusto, y regocijarse porque a pesar de sus diferencias todos siguen compartiendo algo en común, el amor y la pasión por comer bien.
¿Quién sabe? Tal vez hasta podrían descubrir que sus reuniones se vuelven más interesantes ahora que todos tienen estilos tan diferentes, y hasta animarse a probar nuevos sabores que podrían sorprenderlos agradablemente.
La paja en el ojo ajeno
A estas alturas muchos se estarán preguntando; ¿Y qué tiene que ver un grupo de amigos que comen con la meditación o el running?
En realidad basta con observarnos detenidamente para darnos cuenta que esta situación se da entre nosotros de manera mucho mas común de lo que quisiéramos creer.
Conforme crecemos en experiencia y comenzamos a descubrir el estilo de entrenamiento, la práctica meditativa o el tipo de carreras en las que nos gusta participar, empezamos a notar como surgen diferencias entre nosotros.
Lo triste es que, igual que pasa en la historia de nuestros amigos los ‘comedores’, a veces no nos damos cuenta de cómo nos vamos alejando de nuestros propios amigos.
Peor aun, la mayoría de las veces saltamos directamente a la crítica y la discusión.
Empezamos o formar bandos, a tomar partido… Y para cuando nos damos cuenta ya marchan a todo vapor los enfrentamientos:
- ‘Velociraptors’ contra ‘tortuguitas’
- Zen contra Theravada
- Trail runners contra street runners
- Meditadores tradicionales contra no ortodoxos
- Ultra maratonistas contra principiantes
- Talibanes del Dharma contra yoguis urbanos
- Corredores de distancia contra sprinters
- Etc, etc, etc…
En poco tiempo comenzamos a vernos un poco como este par:
¿Y esa memoria en donde quedó?
Lo más gracioso de todo el asunto es que a todos se nos olvida porqué empezamos a practicar juntos.
Olvidamos el gusto que nos dio enterarnos que no éramos los únicos locos dispuestos a sacrificar horas de sueño y fines de semana para disfrutar correr.
Olvidamos lo bien que nos sentimos al contar con el apoyo y los consejos e otros meditadores más experimentados que nosotros.
Olvidamos esa alegría tan especial que sentimos al poder celebrar cada meta y cada kilómetro con quienes sienten lo mismo que nosotros.
Vive la differénce!
A través de los kilómetros y los años me he dado cuenta de que lo que yo más disfruto es correr distancia. Mi motivación es llegar más lejos, sin darle mucha importancia al tiempo que tarde en cubrir la distancia o cuanto tenga que entrenar para lograrlo.
Me gustan las metas a largo plazo, logradas a través de un esfuerzo disciplinado y constante.
Pero ese es mi gusto personal, algo que yo en particular disfruto y que comparto con algunos otros corredores y meditadores.
A pesar de ello, de vez en cuando me gusta practicar con quienes tienen gustos y metas diferentes ya que, precisamente debido a nuestras maneras tan diferentes de correr o meditar, me han ayudado más de una vez a salir de mi ‘zona de confort’, forzándome a no quedarme estancado y continuar avanzando.
¿Y si en vez de permitir que nuestras diferencias nos separen decidiéramos compartirlas y tal vez hasta aprender unos de otros?
Finalmente lo más importante no son los kilómetros, las ‘horas nalga’ en el cojín de meditación, el tipo de carrera, la escuela filosófica o los tiempos.
Todos estamos aquí porque compartimos la misma pasión.
¿Porqué no regocijarnos y celebrar que no estamos solos en el camino?
«No te tomes la vida demasiado en serio. No vas a salir vivo de ella.»
Elbert Hubbard