Tu… a lo tuyo
No siempre es fácil, a diferencia de lo que la televisión y las películas nos hacen creer, la meditación a veces no es precisamente relajante.
Cuando te sientas a solas y en silencio con tu mente, sin nada que hacer más que observarte a ti mismo, comienzan a salir a la superficie muchas cosas de ti mismo que preferirías mantener cómodamente escondidas bajo la alfombra. Aún así los resultados valen la pena.
Un gran peligro que corremos es cuando no nos damos cuenta de como los hábitos y tendencias que llevamos acumulando toda una vida (o varias, según que tanto crean en el renacimiento) comienzan a filtrarse en nuestra práctica de Dharma.
El pequeño monstruo del juicio y la competitividad se acerca a ti de puntitas y te susurra al oído; «¿Ya viste qué mala postura tiene el de junto al meditar? Tu lo haces mucho mejor.»
Apenas te das cuenta cuando por el otro lado la auto-crítica y la inseguridad pasan corriendo frente a ti gritando a todo pulmón; «¡HAY ALGUIEN QUE MEDITA MUCHO MEJOR QUE TU Y QUE ESTÁ TAN AVANZADO QUE NUNCA PODRÁS ALCANZARLO! ¿QUE VAS A HACER?»
Para cuando volteamos la cabeza ya estamos completamente atrapados en el juego de la comparación con otros y a un simple empujoncito de caer en cualquiera de dos extremos:
- Nos sentimos tan inseguros que nos convertimos en consumidores espirituales, siempre en busca del maestro perfecto a quién seguir o la práctica que de verdad nos va a hacer avanzar en el camino.
- Nos transformamos en talibanes del Dharma, tan orgullosos de nuestro profundo conocimiento de las enseñanzas que nos sentimos no solo con el derecho, sino incluso obligados a criticar a quienes no comparten nuestro (muy particular) punto de vista.
El problema es que se nos olvida que, si bien la comunidad es una de las tres joyas del budismo, al final se trata de una práctica personal, nadie puede hacerla por ti ni tu puedes hacerla por los demás.
No importa lo maravilloso sea el maestro o que tan sofisticada sea la práctica que enseña, él no puede hacer el trabajo por ti. Eres tu mismo quien tiene que hacer las «horas nalga» necesarias para avanzar en el camino.
No importa cuantos sutras te sepas de memoria y que tan perfectamente puedas criticar la práctica de los demás, si lo único que logras es convertirte en un egomaniático Budista no estás mejorando en nada, mas bien estás empeorando.
Hay que estar atentos a nuestra mente en todo momento y, cada vez que nos «cachemos» juzgando a otros o comparándonos con ellos, recordarnos que al final no importa lo bien o mal que, desde nuestro punto de vista, practiquen los demás, lo único que puede ayudarnos a ser de beneficio a nosotros mismos y a los demás es el trabajo que hagamos con NUESTRA propia mente.
Cada vez que te sientes a meditar, o cuando estés haciendo cualquier otra cosa, y sientas el impulso de juzgar y criticar a otros, respira hondo y simplemente dite a ti mismo; «tu… a lo tuyo.» y concéntrate en realizar tu mejor esfuerzo. 😉
Muy buen post y para recordar esto que será de gran ayuda, a escribirlo en un post it: Yo… A lo mía» inhalar, exhalar y sonreír.
Gracias por compartir y por la enseñanza 😀
Buen post.
Muy cierto y gracias por hacernos reajustar el Camino
🙂 excelente recordatorio!!!
Enfocarse a uno mismo es difícil cuando pensamos que poseemos la verdad absoluta.
Mejor hay que dedicarse a la auto mejora y punto.
Que el mundo gire!
Buen post!