La función del ego

12 de octubre de 2012
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No importa en dónde estés en tu vida, qué estés haciendo, o quiénes estén contigo, siempre hay una voz en tu cabeza pendiente de todo lo que te sucede. Esta voz es capaz de juzgar inmediatamente a personas y situaciones; es capaz de tener una opinión sobre cualquier cosa para determinar qué es lo que ‘te conviene’ para ‘tu bien’.

No importa en dónde estés en tu vida, qué estés haciendo, o quiénes estén contigo, siempre hay una voz en tu cabeza pendiente de todo lo que te sucede.

Esta voz es capaz de juzgar inmediatamente a personas y situaciones; es capaz de tener una opinión sobre cualquier cosa para determinar qué es lo que ‘te conviene’ para ‘tu bien’. Ahora, hay que ver que dicha velocidad de juicio no implica precisión o verdad como se puede ver si consideramos que esta misma voz en la que con frecuencia te mantiene en un estado de miedo ante el cambio, en un estado de búsqueda constante por seguridad, comodidad y confort.

Ése es tu ego (que, inconvenientemente, en latín quiere decir ‘yo’) y su principal función sí es mostrarte lo que más te conviene, pero en un solo, completamente autoreferente y relativo sentido: está encargado de tu sobrevivencia. Eso estaría muy bien si no fuera por un pequeño detalle: no le importa lo que haya que hacer en el proceso. Y, como el ego no tiene voluntad propia y debe convencerte para que hagas lo que te recomienda, tiene acceso a un instrumento que quizá creías que era de tu uso exclusivo; puede que incluso lo consideres infalible y, por tanto, completamente confiable. El principal instrumento del ego es la razón, la mente racional.

Así es, la razón, esa cualidad humana que la ciencia ha exaltado tanto, aquella facultad que nos ha permitido construir la civilización tal como la conocemos hoy en día con sus grandes avances y secuelas. Entonces, ¿es el ego ‘malo’? No precisamente, el ego es. El problema radica en que está fuera de control, la mayoría de los seres humanos han pasan a identificarse con él y la mente racional, así desequilibrándose a sí mismos (y al mundo) al desatender sus otras facultades.

Pero seamos francos, es difícil atender cosas ‘más elevadas’ cuando uno está ocupado en sobrevivir. Para hacerlo debemos siempre estar alertas, previendo qué posible amenaza viene hacia nosotros, la muerte siempre es inminente en un mundo donde el más fuerte es el que sobrevive. Además, el ego sabe que para poder sobrevivir debe de obtener cosas del mundo exterior, requiere comida, un lugar donde guarecerse, abrigo, alguien con quien asegurar la continuidad de la especie, y, en estos tiempos, dinero.

Obtener todo eso, hay que decirlo, ya es un gran peso que cargar, pero aún falta el aspecto social del ser humano, pues el ser humano sobrevive en sociedad; uno solo, lejos de la comunidad, está condenado a morir en garras de alguna bestia pues no está físicamente equipado para defenderse o a simplemente no encontrar suficiente alimento. Así es que el ego quiere estar bien en sociedad, quiere ser popular, querido y admirado. Busca logros externos y visibles, requiere el reconocimiento de otros, necesita su gratificación, aceptación, y validación para así obtener un estatus dentro del grupo y asegurar su sobrevivencia.

Nótese aquí que sobrevivir no es igual a vivir mejor, plenamente, desarrollando todas tus facultades. Sobrevivir implica el mínimo necesario, pues más allá de lo que ya conoces que funciona, siempre existe la posibilidad de morir.

Por todo esto es que te preocupa tanto lo que otros piensen de ti; por eso quieres a alguien a tu lado y buscas reproducirte a la menor oportunidad; por eso buscas quedarte con todo y no compartir; por eso no haces algo diferente y arriesgado; por eso quieres poder y control, ya que parece inteligente someter a otros para usarlos; por eso llenas tu espacio con objetos que vas obteniendo; por eso tienes miedo a la soledad, al silencio, a ser sincero. Sí, porque si no (o sí, según el caso), vas a morir. En serio. Si no me crees, escucha a tu ego.

Puede que ahora, te parezca que el ego es malo, o más malo que bueno. Además, si tantos pesares nos ocasiona, ¿no sería mejor no tener ego o deshacernos de él? Antes de responder eso, contemplemos otra perspectiva.

Por un momento, supongamos que la existencia es un plan perfecto donde todo está contemplado, que es un sistema inteligente que busca, a base de prueba y error, conocerse y evolucionar. ¿Qué necesidad hay en este contexto de tener ego? ¿Qué hay detrás de la experiencia de tener un ego?

El ego es una escuela. Al igual que la vida y todo lo que nos sucede en ella. El fin último del ego es que aprendamos de él, es un obstáculo que nos entrena, nos ayuda a vernos y darnos cuenta de en qué podemos mejorar. Pero, como en toda escuela, nadie se puede beneficiar de las lecciones si no pone atención, si no ve y escucha lo que está pasando, si sencillamente las lecciones suceden más allá del campo de su percepción. Entonces para poder aprender de esta escuela, es que debemos aprender a percibir a nuestro ego: qué dice, de qué nos aleja, de qué tiene miedo; pues el miedo es precisamente el indicador de hacia dónde debemos llevar nuestro esfuerzo por mejorar y crecer.

Hay varias maneras de aprender a reconocer la voz de tu ego, una de las mejores es meditar, pues te permite ir reconociendo el contenido de tu mente y a dejarlo ir, a no aferrarte e identificarte con ellos y creer que tú eres todos los pensamientos que te suceden. Ellos no son la realidad, no hay necesidad de tener apego a ellos, sólo son una representación, una abstracción de lo que perciben; y muchas veces son parciales y arbitrarios.

Una de las formas más sencillas de meditar es ponerte en una posición cómoda y estable y quedarte quieto no haciendo más que contar tus respiraciones (hasta 10 y volviendo a empezar). Cuando un pensamiento pida tu atención, simplemente déjalo ir, no lo sigas, no lo desarrolles, no te conviertas en él, y si lo haces, simplemente vuelve a tu respiración desde 1. Es más fácil decirlo que hacerlo, se requiere práctica si bien hay que decir que no se trata de hacerlo ‘bien’, sólo se trata de hacerlo.

En sí, la clave para reconocer tu ego y dejar de identificarte con él, está en estar presente en cada momento de tu vida. Si te aferras a pensamientos del pasado, creerás que eres el contenido de ellos, que eres lo que ya pasó y no es más, estarás perpetuándolo; si te preocupas y vas al futuro, creerás que eres las posibilidades que estás fantaseando y que son meras suposiciones. Si te quedas presente en tu vida conforme sucede, te verás a ti mismo y te distinguirás de tu ego, pues el ego basa su acción en el pasado y el futuro.

Hay algo importante que notar en este trabajo de desapegarte de tu ego: no debes combatirlo. No se trata de ganar, el ego no es un enemigo, él simplemente cumple con su labor de mostrarte los límites de tu zona de confort y qué cosas pueden implicar un peligro para ti. Si ha tomado las riendas de tu vida, es labor tuya el hacerte responsable nuevamente. No lo culpes, escúchalo, deja ir, pasa a lo siguiente. Recuerda que lo que se combate, persiste, se alimenta de la energía y atención que le das.

A la par de aprender a distinguirlo y escucharlo, una de las formas de disminuir la influencia del ego en tu vida (y quizá, incluso, trascenderlo) es ser amable con él, aceptarlo incondicionalmente, agradecerle la labor que realiza para ti, darle tu compasión y entendimiento, como podrías dárselos a todos y cada uno de los seres vivos de este planeta; a fin de cuentas es como un animal, nuestra parte animal, pues nuestro ego está basado en nuestra evolución como especie.

Al hacer esto no olvides también ser amable contigo mismo. Acéptate tal como eres, no te juzgues, reconoce que estás en un etapa temporal, justo donde debes estar; no traigas a la mente racional a decidir si vales, si requieres que el exterior te dé lo que en realidad está adentro y siempre llevas contigo.

Para reconocer dónde estás en el camino al desapego de tu ego, te recomiendo observar tu motivación para hacer las cosas que haces. ¿Qué es lo que deseas? ¿Por qué lo deseas? ¿Tu principal objetivo es obtener algo o buscas ganar/ganar, dar y recibir? ¿Reconoces que estás conectado a los otros? En estas preguntas puedes encontrar indicios para corregir tu deseo, dejar de hacerlo sólo para ti y cambiar la definición que tienes de lo que eres; pues tú no eres tu idea de ti mismo, eres experiencia pura, inefable por naturaleza.

Entonces, como hemos visto, las funciones del ego son tanto protegerte como enseñarte en qué debes trabajar para mejorar tu ser y existencia. Nos enseña a querernos y aceptarnos incondicionalmente además de desarrollar compasión y comprensión hacia los otros, pues todos tenemos el mismo ego, no hay secretos entre nosotros, compartimos esta experiencia y condición humana. Cuando logramos aceptarnos como somos y aceptar al mundo como es, por fin vemos las cosas como son y sin resistencia.

Egolatría es inocencia, egoísmo es ignorancia. El mundo es tan amplio y está tan lleno de eventos que creer que uno mismo y uno solo es lo más importante y relevante en él es simplemente un estado de existencia que debe ser trascendido. Hoy tienes contigo los instrumentos que requieres para mejorar tu persona, tu ser y tu impacto en el mundo; siempre los has tenido. La clave está en lo que te sucede día a día.

Toma conscientemente la decisión de trabajar sobre ti, aprende a verte a ti mismo y a actuar correctamente, a escoger tu mejor intención. En hacer lo opuesto a la naturaleza del ego está lo mejor de nosotros como humanos. Comienza ahora mismo tu camino, nada hay por esperar, estás listo.

¿Vas a comenzar?

«Sólo existen dos errores que uno puede cometer a lo largo del camino a la verdad; no recorrerlo todo, y no comenzarlo.»
-el Buda

Por Alexandro de alxndro.com

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