Cuatro lecciones que aprendí de arreglar mi baño

13 de marzo de 2012
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O como las quejas de una vecina por las goteras en su techo dieron pie a un viaje espiritual…mas o menos.

Cuando una de esas curvas con efecto que lanza el karma transformó mi casa de un remanso de tranquilidad a la sucursal DF del caos, al final resultó una bendición disfrazada, ya que me permitió darme cuenta de cómo reacciona mi mente ante las dificultades.

Todo empezó el día que la vecina de abajo nos avisó que del techo de su baño, que está justo debajo del nuestro, salía agua… descubrimos que la tubería de toda la casa estaba a punto de desaparecer de tan oxidada y que no había más remedio que cambiar toda la instalación.

Dos semanas de obra, tiradero y polvo después, he aprendido lo siguiente:

1- No importa cuanto digas que quieres hacer algo, mientras no dejes de perder el tiempo fantaseando y lo hagas nunca dejará de ser mas que un deseo.

En los quince años que en aquel entonces llevábamos viviendo en este departamento, mi esposa y yo siempre quisimos arreglar la cocina y el baño. Hablamos muchas veces de cómo queríamos cambiarlo, de lo viejas que estaban las instalaciones, de las pequeñas fugas que seguramente habría en tubos tan viejos, etc, etc, etc…

Al final siempre lo dejamos para un momento indefinido en el futuro cuando tuviéramos el tiempo y el dinero necesarios para remodelar todo el departamento.

Y así mientras esperábamos a que llegara el momento perfecto para planear la remodelación el baño y la cocina siguieron sin tocarse, hasta que finalmente los tubos acabaron por romperse y no quedó mas remedio que arreglarlo todo.

Lo mismo nos pasa con la meditación. Hablamos de lo agradable que sería practicarla, de como nos gustaría tener tiempo de meditar en calma todas las mañanas, soñamos con irnos de retiro a algún lugar tranquilo para poder meditar en paz… pero todo se queda en fantasías y nunca nos sentamos a meditar.

Encontramos mil excusas; estamos muy cansados, no tenemos tiempo, no tenemos un maestro que nos guíe, no hemos encontrado la práctica adecuada… y seguimos dejando la meditación para algún momento indefinido en el futuro.

Y cuando de pronto surgen problemas y dificultades en nuestra vida entonces queremos sentarnos a meditar para tratar de recuperar la tranquilidad, justo en el momento en que más trabajo nos va a costar hacerlo.

Si mi esposa y yo nos hubiéramos decidido a arreglar las instalaciones mucho antes podríamos habernos organizado para estar ambos en casa y todo nos habría sido más fácil. En lugar de ello terminamos teniendo que supervisar obra, comprar materiales y lidiar con el caos de la casa además de trabajar.

Si quieres aprender a meditar no esperes a que llegue el momento perfecto para poder hacerlo, como dice el comercial de Nike, JUST DO IT!

2- Los planes son solo un punto de partida y una guía, no te aferres a ellos porque las cosas nunca salen como esperamos.

Cuando comenzamos a arreglar el baño mi esposa (que es arquitecto) hizo un presupuesto y un plan de trabajo calculando dos semanas de obra. Acto seguido me dijo; «Así en papel se ve muy lindo, ¿verdad? Pues considera que estaremos acabando en tres semanas y gastando entre 20 y 30% más de lo previsto.» Y tenía razón.

En cuanto empezaron a quitar el azulejo surgieron las sorpresas, tubos que no iban por donde esperábamos, aplanados de concreto de 4cm de espesor que llevaron más tiempo en romper, medidas que no cuadraban, y miles de pequeños detalles más. Si los años de experiencia de mi esposa haciendo esto no me hubieran preparado para el total descarrilamiento del plan de trabajo seguro me habría dado algo al ver como nada salía como esperábamos.

¿Cuantas veces en nuestra vida tratamos de seguir un plan muy detallado y preciso de lo que vamos a hacer en el día, mes, año? Ya sabemos a qué hora vamos a hacer cada cosa todos los días, cuanto tiempo nos va a llevar, a donde vamos a ir, que cosas vamos a hacer y a veces hasta que ropa vamos a usar.

Por desgracia la realidad siempre tiene sus propias ideas al respecto de qué hacer con nuestra cuidadosamente planeada rutina. El teléfono suena, alguien toca el timbre, el niño llora, el perro se enferma, hay una junta más temprano de lo normal en la oficina…

Está bien hacer planes, son muy útiles para poner un poco de orden en nuestras vidas, pero si tratamos de aferrarnos a ellos contra viento y marea lo único que logramos es acabar frustrados y de malas, olvidando que las realidad simplemente es como es, y no como queremos o demandamos que sea.

Cuando nos damos la oportunidad de aceptar las cosas como son nos damos cuenta de que los problemas no existen, tan solo hay cosas por hacer – y nos dedicamos a hacerlas en vez de perder el tiempo refunfuñando a lo tonto.

3- Meditar es como limpiar la casa, es mejor y más fácil hacerlo en períodos cortos pero constantes que de un solo jalón.

Pregúntenle a cualquier arquitecto qué es lo que más se produce en una obra y si no les contesta que polvo y basura está mintiendo.

Las últimas dos semanas hemos vivido rodeados y cubiertos de un polvo fino y ligero que se filtra por todos  lados. Al principio pensamos dejar que se acumulara y hacer limpieza a fondo semana, así que dejamos que todo se volviera color gris.

Después de sábado y domingo de limpieza mortal que nos dejó más cansados que si hubiéramos corrido un maratón, decidimos que era mejor tratar de darle una pasada a los muebles con el trapo una vez al día y dejar cerradas las puertas. Es obvio que todo sigue polvoso, pero al menos no se acumula en cantidades industriales y nos resulta más fácil limpiar todo el fin de semana.

Lo mismo pasa con la meditación, mientras más seguido practicamos más fácil se vuelve. Muchas veces pensamos que para meditar «de a deveras» tenemos que sentarnos durante horas tratando de sostener a toda costa una posición perfecta, y lo único que logramos es terminar cansados, adolorados e igual de neuróticos que cuando empezamos.

Se nos olvida que el punto de meditar no es ver quien aguanta mas tiempo sentado sin moverse, sino cultivar la atención y la concentración.

Si en vez de eso tratamos de «pasarle el trapito» a nuestra mente meditando al menos diez minutos diarios notaremos que casi sin darnos cuenta los pensamientos se calman y nuestra atención se vuelve más aguda y concentrada.

Como suele decir mi maestro «hasta el más pinche mínimo esfuerzo sirve, siempre y cuando sea constante».

4- Nunca necesitas tantas cosas como crees.

Hay un pequeño pero muy notorio efecto colateral de tener el baño en obra… no hay baño en casa.

Esto significa que no hay regadera en donde bañarse, lavabo en donde lavarse los dientes, espejo en donde peinarse, ni taza en donde el cuerpo pueda liberarse de todo lo que no necesita.

Cuando a esto le agregas que, al no haber drenaje tampoco, en la cocina no hay como lavar los platos y la cosa ya pinta medio tétrica.

Sin embargo una vez pasado el shock inicial te das cuenta de que muchas de nuestras «necesidades» son en realidad comodidades disfrazadas.

Durante un par de días tuvimos que lavar los platos en una cubeta, lavarnos los dientes en el fregadero (con la misma cubeta pero no la misma agua, por supuesto), peinarnos en el estudio, bañarnos en casa de mi madre e ir al baño en el cuartito de baño comunitario que hay en la azotea, junto a los cuartos de servicio que hoy son bodegas.

No nos implicó un esfuerzo sobrehumano ni se vino abajo la civilización como la conocemos.

¿Nos resultó menos cómodo que tener todas las instalaciones en casa? Por supuesto. Pero no alteró nuestra vida de manera radical.

Estamos tan acostumbrados a nuestra forma de vida moderna que se nos olvida que apenas en la época de nuestros abuelos muchas cosas que hoy damos por sentadas, luz eléctrica, agua corriente, drenaje, cocina de gas, baños privados, internet, teléfono, y muchas otras cosas más, eran un lujo que no todos podían darse o simplemente no existían.

También se nos olvida que para mucha gente hoy en día pocas o ninguna de estas cosas son parte de su cotidianidad.

Así que la próxima vez que sientas que si la luz no regresa pronto no vas a saber qué hacer porque sin tu computadora estás totalmente desconectado del mundo sin Twiter y Facebook, piensa en la época en que tus bisabuelos se alumbraban con lámparas de petróleo y tenían que esperar meses a que sus cartas (escritas, transportadas y entregadas a mano) tuvieran respuesta.

Bonus track – Al final, nada es tan importante, nada es para siempre, y todo pasa. 😉

No importa cuan mal se vea la situación, en menos tiempo del que crees esta no será mas que una anécdota que contar, si es que te acuerdas de ella.

Tranquilízate, respira hondo, y fluye con la corriente disfrutando el viaje.

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Responder a AureaCancelar

Cometarios a "Cuatro lecciones que aprendí de arreglar mi baño"

  1. Post
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    Jajajaja, si… Yo creo que a todos nos ha tocado pasar por esto alguna vez (o varias) en la vida.

    Lo interesante es observar que tan realmente incómoda es la situación y que tanto se ve amplificada por nuestro drama interno. 😉

    @Herlindo – el primer día que fuimos a bañarnos a casa de mi mamá se le había acabado el gas… muy vigorizante el baño helado, aunque no era precisamente lo que esperábamos.

    @Aurea – dicen que a todo se acostumbra uno, pero es interesante cuanto «te cachas» en tus apegos más recalcitrantes, ¿no?

  2. Justo estos cambios te hacen reconsiderar actividades que de tan cotidianas ni se sienten. En lo personal, puedo soportar la falta de agua, la cubeta para los trastes, lavarme los dientes en el patio… ¡pero que no me quiten el baño privado! Quizá deba trabajar en ello.

  3. Muy bueno , caray hasta me suena un poco familiar, solo puedo decir que por alguna razón algo similar se me hizo ya un habito bañarme con agua fría . Un gusto siempre leerlos.

  4. Aplausos! Parte del entrenamiento zen es apreciar el samu (trabajo) por lo que es: una actividad más de nuestra espiritualidad.

    Hay trabajos que nos rehusamos a hacer y entre más vueltas le demos, se ponen peor. Así que hay que entrarle a todo lo que la vida nos ponga en frete!

    Muy bueno!