Cuando todo sale mal

15 de mayo de 2012
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A veces la mejor manera de arreglar las cosas es darse por vencido y volver a empezar.

Es un día como cualquier otro, o al menos eso crees hasta que la realidad comienza a descoserse por las orillas y nada de lo que habías planeado sale como esperabas.

Planeaste llegar temprano para adelantar pendientes sin interrupciones y ese mismo día alguien organizó una marcha… No solo llegas tarde al trabajo sino que además recibes un regaño, a pesar de que saliste de tu casa una hora antes que de costumbre.

Abres tu correo y encuentras un mensaje de un cliente, con copia a tu jefe, reclamando que nuca le llegó el pedido que enviaste hace más de un mes… ¿Ya no se acuerda que le diste un tiempo estimado de entrega de seis a ocho semanas? A posponer todo lo importante para solucionar la crisis que acaba de surgir.

Llega la hora de comer y justo cuando estás por levantarte de tu escritorio tu alguien decide que es el momento perfecto para discutir contigo los detalles de ese proyecto que llevas semanas tratando de ver con él… en horas de trabajo.

Y así a lo largo del día tus maravillosamente detallados planes de como aprovechar el tiempo se van quedando en un hermoso recuerdo y comienzas a preguntarte si el universo tiene algo personal contra ti.

¿Te suena familiar?

Aunque a veces pareciera que alguna fuerza sobrenatural ha decidido hacernos la vida pesada solo por diversión, lo cierto es que tan solo somos víctimas de nuestro propio apego a las expectativas que generamos.

Tenemos una idea muy clara de lo que deseamos hacer y nos aferramos a ella con uñas y dientes. Por supuesto que en cuanto surge cualquier obstáculo todo nuestro sistema entra en modo «alerta roja» y busca a toda costa regresar a la ruta que tan cuidadosa y detalladamente establecimos.

¿Se imaginan lo que pasaría si el capitan de un avión decidiera pasas por en medio de un huracán con tal de conservar el curso que marcó en su plan de vuelo en vez de buscar una ruta alterna? Nosotros actuamos exactamente así.

La angustia y enojo que esto nos produce nos hace concentrar toda nuestra atención en tratar de arreglar lo que no tiene arreglo… y olvidamos por completo levantar la vista y observar el panorama completo.

Estamos tan enfrascados en ganar una batalla perdida que se nos olvida que a veces la mejor manera de arreglar las cosas es NO TRATAR DE ARREGLARLAS.

Si, aunque parezca increíble, a veces lo mejor que podemos hacer es respirar profundamente, dar un paso atrás, y volver a acomodar las cosas de acuerdo a las nuevas circunstancias.

No digo que no sea útil y hasta necesario hacer planes, pero tenemos que estar consientes que todo cambia, y que si no estamos listos para reaccionar con apertura y flexibilidad ante ello lo único que conseguiremos será generar aún más angustia y enojo… tanto en nosotros como en quienes nos rodean.

¿No preferirías dedicar toda esa energía en vivir más tranquilo y feliz?

Yo si. 😉

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Cometarios a "Cuando todo sale mal"

  1. Excelente Post KamikaZen !!

    Un día publique una frase que me dio un panorama diferente y fue…

    No hay días Malos, solo días diferentes a lo Planeado.

    Y con lo que publicaste aquí hizo recordar que.. es mejor respirar profundo y replantear la ruta de vuelo =) !!

    Saludos !!

  2. KamikaZen:
    Claro que me es familiar, estos «desajustes» de planes, donde toda la jugada cabia por un solo instante.

    La vida va fluyendo de forma continua, como una corriente de fenómenos que aparecen y desaparecen. Pero la transitoriedad no es mala, ya que con el cambio hay vida, crecimiento, oportunidades para hacer las cosas de diferente forma.
    La vida es un constante fluir, es como un río con muchas ramificaciones, unas mas largas que otras, caminos intrincados o caminos directos, finalmente nos llevan al mismo punto.
    Nosotros tenemos el poder de elegir que camino tomar.
    Los ojos y mentes iluminadas reconocen que cada momento tiene una forma diferente de cualquier otro momento.