30 años como Budista

7 de octubre de 2022
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Este año, 2022, es mi año número 30 practicando el Buddhadharma (o Budismo para quienes gustan de las etiquetas comunes pero imprecisas) como mi filosofía de vida y como una experiencia en mi día a día. Cuando empecé a practicar lo que el Buda enseñó, tenía yo 14 años, y mi meta era dejar de tener una mente llena de

Este año, 2022, es mi año número 30 practicando el Buddhadharma (o Budismo para quienes gustan de las etiquetas comunes pero imprecisas) como mi filosofía de vida y como una experiencia en mi día a día.

Cuando empecé a practicar lo que el Buda enseñó, tenía yo 14 años, y mi meta era dejar de tener una mente llena de miedo, enojo, adicción, rechazo, juicios, y frustración, además de buscar mejorar mi convivencia con las personas en mi vida, sobre todo con mi familia cercana.

Años más adelante, como a mis 24 años, cuando ya estaba viviendo los frutos de mi práctica, decidí que no quería casarme con ninguna tradición Budista y que iba a ser una suerte de «turista del Dharma» quería conocer tantas tradiciones de Buddhadharma como me fuera posible, para entender cómo vivían y aplicaban lo que a mí parecer son las enseñanzas centrales del Buddha: las 4 Nobles verdades y el Noble Óctuple Sendero.

Y lo logré :D.

A lo largo de estos 30 años he podido practicar y convivir de cerca con personas de la Nueva Tradición Kadampa, de la tradición Karma Kagyu o Camino del Diamante, de tradiciones de la escuela Gelugpa, también con personas de la tradición del Budismo Chan, con los Dharma Punx que son muy afines con la escuela Nikaya y finalmente con personas de la tradición del Budismo Zen, tanto de la escuela Soto como de la escuela Rinzai.

Es con los Dharma Punx, de la escuela budista Against the Stream y dentro del Zen, donde me siento más a gusto y en casa.

Hoy en día, frecuento la Sangha (comunidad Budista) de Dhammapada, una comunidad Zen con sabor al Río de la Plata y al Valle de México.

Ha sido una chulada de viaje de búsqueda interna, que empezó una mañana en la escuela secundaria, en la clase de historia universal, donde vimos la historia de India.

El libro de historia, mencionaba al príncipe Sidharta Gautama, también conocido como el Buda, en el libro y en la explicación del maestro Cachú, el Buda no era un santo, tampoco un místico, ni era un dios o semidiós, tampoco era un profeta, solamente era una persona, que decidió buscar la paz interior y la salida al sufrimiento, en un lugar diferente a la religión de su época y al mundo material de su época.

Para mí, que había sido educado católico, la idea de que una persona NORMAL como yo, haya logrado todo eso y que además haya dejado un mapa, y que no tuviera intermediarios como sacerdotes, cardenales o papas, se me hizo algo maravilloso y sonó como algo que yo podía lograr, que por lo menos podría intentar.

Así que ese día fui a la biblioteca de la escuela y encontré un pequeño folleto, que tenía lo que yo creo que es la esencia de la filosofía de Sidharta Gautama: las 4 Nobles Verdades, y el Noble Óctuple Sendero.

Además, tenía unas brevísimas instrucciones para sentarse a meditar.

Esa misma noche probé mi primera meditación, se sintió raro el asunto, pero a la vez sentí mucha paz y una profunda liberación que duró un par de segundos.

Esa primer impresión fue tan fuerte, tan bella y tan deliciosa, que de inmediato quise más, y comencé a meditar diario y a tratar de entender y sobre todo aplicar a mi vida las ideas y conceptos que le permitieron despertar a Sidharta para convertirse en el Buda.

Con el tiempo leí más libros (muchos más) sobre el tema, platiqué con varios maestros y practicantes, y poco a poco, día tras día, logré pasar de esa mente que describí al inicio de este post, llena de caos, confusión e ignorancia a una mente más clara, más ecuánime y mejor entrenada.

Para nada soy un santo, o un ejemplo de practicante budista y en mi mente siguen surgiendo el miedo, la ira, la frustración, los juicios y la adicción (entre otras cosas), la diferencia es que hoy ninguna de esas cosas me domina, hoy puedo elegir observarlas surgir y dejarlas pasar, hoy me puedo relacionar diferente con mi mente, con ecuanimidad, atención plena, compasión, amabilidad y claridad.

Tal vez hacia afuera no he cambiado mucho, y habrá quien sostenga que soy el mismo mequetrefe egoísta y enojón que siempre he sido.

Pero este viaje nunca lo hice para cambiar la opinión de nadie sobre mí, lo hice para cambiar las cosas dentro de mí, lo hice para que vivir dentro de mí, no sea una pesadilla y sea un viaje que disfruto a cada minuto.

Y vaya que lo he logrado.

Gracias a todas las personas que han sido parte de este viaje, si las menciono a todas por nombre, me acabaría el espacio en mi blog. 

Gracias por leer.

Juan.

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